18 jul 2012

Capítulo 5: “El final de mi vida”



“Todo lo pasado, todo lo vivido, todo queda en el recuerdo que poco a poco llevará al olvido”


Aquí estoy escribiendo esto, que no es ni la mitad de lo que podría contar en situaciones normales. Aquí estoy, esperando a que me llegue la muerte, porque hoy, con 70 años ya es lo que me queda. Mi hijo es un hombre, casado y con familia, mi hija más de lo mismo, todos con su carrera y su trabajo, vamos su vida resuelta. Mi mujer sigue conmigo, apoyándome, esperando la muerte junto a mí, porque es lo único que ya podemos hacer.

Poco a poco mis recuerdos se van apagando, poco a poco voy olvidando, parece que voy atrás en el tiempo, pasando de un anciano, que ya no pinta apenas nada en la sociedad, a un niño pequeño que necesita de los cuidados de alguien para poder vivir.

Qué triste que todo lo que era, que todo lo que fui, se quede en un pasado al que quisiera regresar y por desgracia no puedo, por lo menos me queda el consuelo de mis hijos y sobre todo de mi mujer.

Creo que ahora lo único que puedo hacer es vivir, ya que he estado trabajando siempre, día a día y creo que he de disfrutar de mi vida, de la poca vida que me queda. Ahora solo quiero atender a mis nietos, consentirlos, amar a mi mujer y mis hijos.

Mi vida ya no va más allá del sofá donde paso la mayor parte del tiempo, observando tras la ventana a la gente pasear, a los niños jugar, envidiando el no poder respirar el aire fresco tanto como quisiera, ya que poco puedo salir si no es en compañía, por miedo a que me pierda, por miedo a que jamás regrese.

Ahora paso mis días contando anécdotas a mis nietos, diciéndoles mis andanzas, impulsándoles a que si tienen un sueño, luchen por el que con esfuerzo pueden alcanzarlo, y sobre todo enseñándoles a que jamás, pero jamás se den por vencidos.

En fin, aquí sigo terminando de relatar mi vida, mi historia, la historia de los sueños cumplidos, escribiéndola entre lagrimas causadas por el recuerdo, por la añoranza de querer regresar atrás en el tiempo y no poder, lagrimas que resbalan por mis mejillas que mojan este papel que escribo, lagrimas de un hombre que logró todo lo que siempre había querido, lagrimas de un soñador, lagrimas que firmarán este texto, que corroboran que lo que digo es cierto, lagrimas que en este papel pretenden quedar en el recuerdo.

Para despedirme un consejo, nunca os deis por vencido, luchad por lo que queréis y ser felices, como lo he sido yo.


Luis Manuel Soto