“Todo lo pasado, todo lo vivido, todo queda en el recuerdo que poco a poco
llevará al olvido”
Aquí estoy
escribiendo esto, que no es ni la mitad de lo que podría contar en situaciones
normales. Aquí estoy, esperando a que me llegue la muerte, porque hoy, con 70
años ya es lo que me queda. Mi hijo es un hombre, casado y con familia, mi hija
más de lo mismo, todos con su carrera y su trabajo, vamos su vida resuelta. Mi
mujer sigue conmigo, apoyándome, esperando la muerte junto a mí, porque es lo
único que ya podemos hacer.
Poco a poco mis
recuerdos se van apagando, poco a poco voy olvidando, parece que voy atrás en
el tiempo, pasando de un anciano, que ya no pinta apenas nada en la sociedad, a
un niño pequeño que necesita de los cuidados de alguien para poder vivir.
Qué triste que
todo lo que era, que todo lo que fui, se quede en un pasado al que quisiera
regresar y por desgracia no puedo, por lo menos me queda el consuelo de mis
hijos y sobre todo de mi mujer.
Creo que ahora
lo único que puedo hacer es vivir, ya que he estado trabajando siempre, día a
día y creo que he de disfrutar de mi vida, de la poca vida que me queda. Ahora
solo quiero atender a mis nietos, consentirlos, amar a mi mujer y mis hijos.
Mi vida ya no
va más allá del sofá donde paso la mayor parte del tiempo, observando tras la
ventana a la gente pasear, a los niños jugar, envidiando el no poder respirar
el aire fresco tanto como quisiera, ya que poco puedo salir si no es en
compañía, por miedo a que me pierda, por miedo a que jamás regrese.
Ahora paso mis
días contando anécdotas a mis nietos, diciéndoles mis andanzas, impulsándoles a
que si tienen un sueño, luchen por el que con esfuerzo pueden alcanzarlo, y
sobre todo enseñándoles a que jamás, pero jamás se den por vencidos.
En fin, aquí
sigo terminando de relatar mi vida, mi historia, la historia de los sueños
cumplidos, escribiéndola entre lagrimas causadas por el recuerdo, por la
añoranza de querer regresar atrás en el tiempo y no poder, lagrimas que
resbalan por mis mejillas que mojan este papel que escribo, lagrimas de un
hombre que logró todo lo que siempre había querido, lagrimas de un soñador,
lagrimas que firmarán este texto, que corroboran que lo que digo es cierto,
lagrimas que en este papel pretenden quedar en el recuerdo.
Para despedirme
un consejo, nunca os deis por vencido, luchad por lo que queréis y ser felices,
como lo he sido yo.
Luis Manuel
Soto