“Algo que me ha
enseñado la vida es a luchar por lo que quieres, a no darte jamás por vencido,
hablo por mi experiencia propia, así, acabé logrando todo aquello que me
propuse”
Todo empezó
aquel día… Era una noche oscura, un 29 de noviembre de 1992, nadie diría que
ese día nacería aquel que está escribiendo esto ahora, aquel maestro de escuela
que cautivó el corazón de muchos niños, aquel artista que cumplió un sueño y
que transmitió su saber y su talento a muchos…
Desde mi
nacimiento comenzaría a labrarse un destino nuevo, un futuro, MI FUTURO.
Hola, me llamo
Luis Manuel Soto, nací en una familia humilde, mi padre, Manuel, era camionero,
y mi madre, Luisa, una costurera, que se dedicó toda su vida a esa labor, y
cuando se casó y nacieron mis hermanas la dejó apartada para dedicarse de pleno
a su familia. Parecía que todo estaba ya dicho, era una familia de cuatro
miembros hasta que un día llegó la noticia de que llegaría al mundo un nuevo
inquilino, noticia que supuso una gran alegría para todos. Desde que nací viví
rodeado de caprichos, lo poco que teníamos siempre era para mí, en su mayoría,
porque claro, como decía mi madre, yo era la vejez de la familia.
Vivía en un
barrio pobre, rodeado de gente sin estudios, que llevaban una mala vida, y como
es lógico, el temor de todos los padres es que sus hijos caigan en dicha vida.
Por suerte siempre he sido capaz de seleccionar mis amistades, de saber qué es
lo que me conviene y lo que no, de saber cuál es el mejor camino para mí.
A medida que
los años pasaban, iba creciendo. Fui un niño normal y corriente, que poco a
poco, con la edad, iría descubriendo y desarrollando sus talentos, sus
capacidades.
Mis primeros
cumpleaños los tengo un poco borrosos, pero sé que siempre estábamos en
familia. Comida a tutiplén, tarta, regalos, esos días, como todos los niños,
era el más feliz. Desde que aprendí a andar a eso del año y medio o los dos
años, pasaba más tiempo en el suelo que de pie, porque no paraba quieto y me
caía muchas veces, como prueba de ello algunas de las cicatrices que todavía
perduran.
Desde bien
chico se me inculcaron una serie de valores, me planificaron el futuro, futuro
que seguí en parte. Cuando me preguntaban que qué quería ser de mayor, yo
siempre contestaba, que me encantaría ser un cantante famoso, ¿por qué? Porque
me encanta cantar. Sin embargo tenía una vocación oculta que poco a poco fue
saliendo, y era la de ser profesor de escuela.
Empecé
estudiando en un colegio pequeño (el Leopoldo Pastor Sito), en un barrio
sencillo, con un nivel aparentemente bajo, pero que logró sacar lo mejor de mí
y hacer que hoy pueda estar escribiendo esto con la cabeza bien alta. Ya en
primaria se notaba que tenía dotes para estudiar y sobre todo para dedicarme a
la enseñanza, siempre procuraba hacerlo todo bien y ayudar en la medida de lo
posible a que mis compañeros pudieran aprenderse la lección con facilidad, de
tal manera que por las tardes iba a casa de algunos de ellos para ayudarles con
los deberes. Poco a poco fui consiguiendo pasar de cursos, con buenos
resultados (tenía que aprovechar mi pasión por los estudios al máximo).
Algo que me
quedaría bien marcado, y lo cual aún con mi situación no he olvidado fue la
terrible riada que pasó aquella noche del 5 al 6 de noviembre de 1997. Una
situación terrible que no desearía ni a mi peor enemigo. En ella perdí a
familiares queridos, con ella me di cuenta que en tan solo cuestión de segundos
puedes pasar de estar vivo a no ver nunca más la vida. Ese momento es una
mancha negra que tengo en mis recuerdos y que no se borrará jamás. Tras esa
riada, derrumbaron mi barrio y tuvimos que trasladarnos al actual (Cerro de
Reyes), en el que pasé gran parte de mi vida; una barriada que construyeron
especialmente “para nosotros” y que nos correspondía por ser afectados por
aquella catástrofe. Este barrio es muy similar al antiguo, gente muy parecida,
con los mismos vicios, la misma delincuencia, en fin, ya se puede imaginar cómo
es el barrio. Tardé en mudarme año y medio o así, lo que se tardó en construir,
pero no tuve que cambiar ni de colegio ni nada, porque me seguía
correspondiendo el mismo.
La época de
primaria fue pasando, primero, segundo, tercero... y así hasta sexto, una
cadena de estudios en la que estaba rodeado de mis profesores y amigos, años
muy felices en los que recuerdo millones de aventuras, desde la creación de
fuertes secretos, hasta los descubrimientos de misterios hallados en nuestro
centro, a veces castillo sagrado, otras cueva del miedo y la intriga. Teníamos
un juego mítico, al que siempre le hemos sido fiel, el famoso “No retroceder”,
horas y horas pasábamos jugando a dicho juego, en cada recreo, todos los días…
¡Qué tiempos tan felices!
Dentro de
nuestras aventuras, en la que éramos reconocidos exploradores, vivíamos
apasionadas andanzas en las que lográbamos acabar con los malos y rescatar a
nuestras princesas.
Pronto todo
esto vivido se iría acabando, dado que fui creciendo, fui madurando. Ya en
secundaria comenzó a cambiar mi actitud, mi forma de ser. Era un adolescente y
como tal iba cambiando progresivamente. En el instituto me separé de todos mis
compañeros antiguos, a algunos les fui perdiendo por el camino, mudanzas,
repeticiones… y en el instituto me dejaron solo. Comenzó una nueva etapa, una
aventura que era la de abrir mi círculo de amistades, conocer gente nueva,
volver a tener mi propio grupo con el que identificarme y ser feliz.
Todo me parecía
un mundo. Como bien dije anteriormente mi colegio no tenía un nivel muy alto
con lo que pensé que me costaría adaptarme a las enseñanzas superiores del
nuevo centro, sin embargo no fue así. Después de unos meses de flojera, volví a
resurgir de mis cenizas, volvió el Luisma que siempre fui, el apasionado de los
estudios y el que quería ser alguien en la vida. Pero no todo era estudiar, a
medida que crecía y me hacía mayor, mayor era también mi pasión por la música. Ahora
el cantar era un continuo, era necesario para vivir, cuando necesitaba
desahogarme escribía canciones, una para cada sentimiento, una con cada
experiencia vivida, así hasta que tuve un gran repertorio compuesto por mí. Tal
era mi pasión que decidí abrirme al mundo, dar a conocer mi talento oculto, y
mi sorpresa fue que logré llamar la atención de algunos. Mis primeros pinitos
fueron actuando en mi clase en los descansos, en los recreos. Comenzaba a
cantar (por petición popular) canciones de sus ídolos o mis propias canciones.
Todo esto fue a
mas, a tanto que ya daba pequeños conciertos en mi barrio. Lo que pasó a ser un
sueño inalcanzable, una afición, un hobbie, se estaba haciendo realidad, estaba
cumpliendo mi propósito, ser escuchado, transmitir mi talento, mis emociones,
cantando.
Se puede decir
que mi adolescencia/juventud fue la época en la que más sueños cumplí, no sé si
la más feliz de todas, porque a lo largo de mi vida he tenido numerosos
momentos que podría calificar como los mejores momentos de mi vida, pero si una
de las mejores etapas. Pasé de cantarles a mis amigos, de cantar en un barrio a
cantar en bodas, todo con un nivel inicial, del que jamás pensé que pasaría
puesto que yo nunca creí que me sucedería lo que más adelante narraré.
Volviendo al
tema de los estudios, superar la ESO no fue algo que me resultara difícil.
Notas tras notas estaban siendo enmarcadas y colgadas en la pared de mi cuarto,
un orgullo para mi familia, algo que ha de ser siempre recordado. Está mal que
yo lo diga, pero sí… fui un alumno ejemplar para mis profesores, o al menos eso
le comunicaban a mis padres en las reuniones finales del curso.
Yo nunca he
pensado en dejar mis estudios para dedicarme a la música, pero claro está que
las oportunidades en la vida no han de ser desaprovechadas, y así lo hice. Con
tan solo 15 años grabé mi primera maqueta musical. Una maqueta, sí señor, un
autentico CD, fruto de mi esfuerzo y claro está pagado con mi propio dinero
(conseguido en su mayoría por becas), porque como he dicho yo siempre, quien
algo quiere… algo le cuesta. Esa maqueta estaba dedicada para todas aquellas
personas que siempre han confiado en mí, que me han seguido y me han apoyado,
respetando siempre mis decisiones, equívocas o no, pero que siempre me han servido
para aprender algo nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario